Tagore.

Una mañana, en el jardín de flores una niña

ciega vino a ofrecerme una cadeneta de flores

sobre una hoja de loto.
Me la puse alrededor del cuello, y las lágrimas

vinieron a mis ojos.
La besé y dije: Eres ciega como lo son las flores
Ni tú misma puedes conocer la hermosura de tu regalo.

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